C42. La carrera.

Última semana antes de la carrera. Tenemos tres entrenamientos previos, pero son lo de menos, poca distancia y poco ritmo, el objetivo es activar un poco las piernas y estirar. Las piernas se notan descansadas en los entrenamientos, parece que la descarga está funcionando, buena señal. Empiezan a notarse los nervios, en cuanto te descuidas la cabeza está pensando en la carrera. Toca cuidar un poco la alimentación los últimos días, así que sobredosis de pasta y arroz, y agua para hidratarse. 

Se acerca el gran día. El sábado toca ir a por el dorsal y allá que nos vamos Adolfo y yo con los peques para la exporunning, hay que hacerles vivir el deporte ya desde pequeños. Organización perfecta, recogemos la bolsa del corredor (aunque la camiseta xxl es de traca, para variar no me sirve, pequeña, pero bueno ya estoy acostumbrado). Nos damos una vuelta por los stands y nos paramos un poco a escuchar una conferencia muy interesante de una de las liebres de la carrera, pero no podemos quedarnos más que cinco minutos, los peques allí parados se aburren y no paran quietos, así que nos vamos para casa.

Noche antes de la carrera, comienza el ritual. Repaso de la indumentaria: camiseta, pantalón, calcetines, medias de compresión, gorra, reloj, dorsal (lo coloco ya con los imperdibles en la camiseta), zapatillas, gel, camiseta y sudadera para la llegada, chandal y chubasquero para antes de la salida y mochila. Todo queda preparado en el salón para el día siguiente. Cena y a dormir. No tan temprano como lo planeado pero bueno, con los nervios seguro que no voy a dormir demasiado. 
El despertador está programado para las 6am, pero a las 5:30 estoy despierto como una lechuza y opto por levantarme. Un poco de sofá para ir despertando el organismo. Desayuno fuerte, mucha bebida isotónica y a vestirse y a sentarse otro rato. Se acerca la hora en que hemos quedado las 7am. Visita obligada al baño y todo listo para partir (el baño es sagrado, no hay nada peor que sufrir un apretón intestinal en medio de una carrera o entrenamiento). 
Salimos los tres en el coche comentando las nubes que se ven en el cielo en este fresco amanecer. No llueve de momento, aunque amenaza. No hay demasiado tráfico, y el que hay no son otra cosa que compañeros de fatigas que van llegando a la ciudad. Aparcamos y nos dirigimos caminando para la salida, se respira ambiente de carrera, conos por la calzada, vallas, voluntarios, y corredores que vienen por doquier. Vamos con toda la calma del mundo al guardarropa, dejamos allí las cosas y nos vamos a calentar un poco, muy poco, apenas unos trotecillos suaves para entrar en calor, son las ocho y diez de la mañana con un cielo totalmente encapotado ya y hace fresco. Estiramientos. El obelisco es ya un auténtico hervidero de gente, corredores y acompañantes, incluso muchos de los que luego harán el 10k están ya aquí para ver la salida de la maratón. Caras conocidas, saludos a unos y a otros, gente deseándose suerte. Buscamos los cajones de salida, nos ponemos en el nuestro y a esperar el pistoletazo. Ahí estamos juntos mil y pico locos. Todos sabemos lo que nos ha costado llegar a esa línea de salida y todos sabemos, o intuimos en el caso de los debutantes como nosotros, lo que nos va a costar cruzar la línea de meta. Eso nos hermana, hace que se respire un ambiente único. Hay quien dice que esto es parte de lo que engancha al running y a las carreras. No se si es cierto, lo único que se es que por mucho que intento explicarlo con palabras, es difícil de transmitir, son cosas que hay que sentirlas para entenderlas del todo.
Ya no queda nada para el inicio. Últimos ánimos. Nos recordamos entre nosotros tres que hace un año estábamos al otro lado de la pancarta, a un lado de la calle, prestos a aplaudir a los valientes que partían para la maratón. Entonces nos quedábamos con el 10k, pero empezamos a bromear con el reto de hacer la 42k. Parece mentira, doce meses después aquí estamos. Listos para salir los tres juntos en la mítica distancia.
Buscamos con la vista la liebre de las 4h. Nuestra estrategia es tan simple como pegarnos a ella y que nos lleve a la meta. No se ve el globo. Pero un momento, ahí viene, con la camiseta de liebre de las cuatro horas, pero sin globo. Nos acercamos. Preguntamos. Se le ha escapado hace un momento antes de llegar a la salida. Nos quedamos a su lado. Más de uno va a pasarlo mal buscando la liebre sin ver el dichoso globo.
Pum. Pistoletazo. Aplausos. Esto empieza. Pasamos el arco de salida. Crono en marcha, el público se agolpa a ambos lados de la calzada aplaudiendo. Un gusto. Comenzamos el trote siguiendo a la liebre. Allá vamos.
Poco a poco el barullo inicial se va despejando y cada cual va tomando su ritmo. Empezamos un poco por encima del objetivo para calentar, nos va diciendo la liebre, a 5:44 los dos primeros kilómetros, luego el circuito es favorable y aunque hay una parte de ligera subida, se compensa con otra larga de bajada. Nos ponemos a ritmo de 5:32/5:35. El circuito se presta a ello y la liebre nos dice que mejor ir así acumulando segundos sobre el objetivo, que la segunda parte es más dura por las subidas. Perfecto, él es quien sabe, nosotros a aprender. Las  piernas van fenomenal, los km van pasando, hay muchos puntos de animación a lo largo del recorrido, con grupos dando conciertos, grupos de zumba, de capoeira ... Todo el mundo va descansado, hay quien conversa de vez en cuando, el caso es entretenerse un poco, soltar tensión. En determinados sitios del recorrido se agolpa bastante público, en otros nadie. En uno de ellos me llaman y me animan. Melina, una runner que está lesionada y no puede hacer hoy ni el 10k, pero ahí está a pie de calle animando. Se agradece un montón. Saludo. Vamos por el km8 y casi ni hemos terminado de calentar las piernas.  El ritmo sigue constante en torno a 5:32. Continuamos para adelante y me encuentro a Nacho, un conocido del CAS (Club Atletismo Sada), va acompañando a otros del equipo y no está como para completar la carrera, seguramente hará hasta el km23/24, pero ahí está ayudando. Hoy por ti, mañana por mi. Manual del running, del deporte, de la vida.
Acumulamos adelanto un kilómetro tras otro, y pasamos la media maratón en 1:58:30, es decir, con minuto y medio de ventaja sobre el tiempo teórico de dos horas. Las piernas van fenomenal. Los tres seguimos juntos. Como anécdota decir que tanto a Adolfo como a mí se nos ha desatado un cordón de la zapatilla, y hemos tenido que parar a atarlo. Bebemos en todos los avituallamientos, la liebre nos lo recuerda constantemente. Aunque no tengáis sed. Hay que hidratarse. Yo también como un poco de plátano en cada uno de ellos. Llevo un gel pero mi intención es no tomarlo. De hecho, al poco rato, uno del grupo pregunta si a alguien le sobra un gel. No voy a tomar el mío, así que se lo paso.
Estamos a punto de abandonar la primera parte del circuito. Un claxon, motos, corredores de atrás avisándonos para que nos tiremos a la zona derecha de la calzada. Van a doblarnos los primeros clasificados. Aquí vienen. Adiós. Qué máquinas. Eso es correr. A su lado parecemos caracoles.
Enfilamos hacia la zona del paseo marítimo de Riazor, es el kilómetro 23 y llevamos casi 2 minutos de adelanto sobre el tiempo objetivo. La liebre nos anima y nos recuerda que hasta el km30 no empieza lo serio, y alrededor del km35 conoceremos la maratón. Seguimos implacables en torno a 5:32. Empieza la primera subida por la zona del estado y en dirección al Millenium, regulamos y ralentizamos el ritmo, pero en la cuesta abajo recuperamos sin problemas. 
Carlos se encuentra muy bien dice y ha decidido tirar para adelante buscando mejor marca que las 4 horas. Seguro que lo consigue, a nuestro lado siempre va sobrado. Adolfo empieza a sufrir un poco. En el km26 decide aflojar para no ir forzando. Lo veo un poco detrás en uno de los giros de 180º, me hace una señal de que va bien. Le animo. Yo me noto bien, así que no me desengancho del grupeto de la liebre.
Seguimos por el paseo de la playa. En esta zona hay mucho público. Aplauden, animan, gritan los nombres de los conocidos. Carne de gallina. Correr así es otra cosa. Otra voz que grita mi nombre. Pablo, otro amigo runner que después de terminar la 10k (como un volador seguro), se ha quedado a animarnos. Le saludo. Sigo yendo bien. Se empina el asfalto, empieza la subida a la zona de la torre de Hércules, es la parte más dura. La liebre nos manda aflojar, vamos a regular que recuperamos luego. Subimos hasta la rotonda de la torre y enfilamos la bajada, ahí es fácil dejarse llevar y subir el ritmo. Recuperamos velocidad. Seguimos a poco más de 5:30. Vamos muy bien, vamos muy bien nos grita la liebre cada poco, cabeza, calma, nos dice, seguimos así.
A la izquierda oigo mi nombre de nuevo. Miro. La familia y los amigos. Mis peques animando. Saludo. Subidón. Mi ángel de la guarda femenino singular. ¿Cómo vas?. Bien, voy bien "grito con gestos". Después de tantas carreras con verte la cara y el gesto que haces ya saben de sobra como estás.
Seguimos a ritmo, empezamos la segunda y última vuelta a la zona del paseo marítimo. De aquí a la gloria. De nuevo la zona del estado, pica un poco para arriba, hemos pasado ya el km31. Empiezo a encontrarme forzado. Aguanto el ritmo, pero noto que empieza a no ser el mío, que ya no voy cómodo de piernas. Dudo. No se si lo de las piernas será pasajero. Puede que sea normal en una maratón. Todo el mundo dice que las piernas van a doler y hay que seguir. Miro el reloj. El ritmo sigue sin aflojar en 5:34. Me parece que la liebre no va a regular. Pensaba que en el paseo iría por encima del tiempo medio objetivo de 5:40 porque teníamos colchón de sobra, pero va a ser que no. El grupo ha quedado en nada. Somos una docena si llega. Dudo. Aún no es el km32. No se si será mejor ir solo regulando, o tratar de aguantar así a ver si recupero, y de quedarme que sea más adelante, más cerca del final. Sigo dudando. Estamos terminando la subida a la zona del Millenium. Me cuesta un poco seguirles, pero viene la bajada, y ahí las piernas van mejor. Sigo con ellos. 
Pasamos el km35. De nuevo la zona atestada de gente. Se acerca el km36. Me quedo. Noto las piernas duras como piedras en la parte posterior. Los isquios parecen ahora estar hechos de cemento. Veo a Pablo de nuevo que me anima. Voy mal le digo con un gesto. Sigo adelante. Hay que lucharlo. Mi nombre gritado desde la derecha a lo lejos, al otro lado de la calzada. Unos amigos y sus niñas que me animan. Qué ilusión. Saludo. Otra inyección de moral. Vamos para adelante. Continúo sin aflojar demasiado pero bajando ritmo. El grupo se me sigue escapando por delante, pero eso ya no me importa, se que no voy a cogerles. De nuevo mi nombre por la izquierda esta vez. Los amigos de antes. Mis peques. Mi chica. Se desgañitan animando. Ella, vuelve a preguntarme. Supongo que ya me ha visto la cara. Mal, respondo. Sigo adelante, hay que seguir. Paso por el km36. Las piernas van duras, pero voy aguantando. A la derecha otro grito de ánimo con mi nombre. Litho otro runner habitual en todas las carreras. Vamos que ya está me dice. Muevo la cabeza, le digo que voy en picado. Me dice que siga, que ánimo.
Empieza la subida a la rotonda de la torre, la última. Aprieto dientes. Llego al km37. Sigue picando para arriba. A la izquierda Jaime, un compañero de trabajo, me anima. Estoy muerto le digo. Sigo dando zancadas, pero las piernas no me aguantan. Pinchazo en los isquios. Calambre, joder. Tengo que parar. Estiro, camino, estiro otro poco, camino. Vuelvo a correr, aún me queda un buen trecho de subida. Cada paso es un martillo en las piernas. Cada paso parece que va a venir un nuevo pinchazo. Sigo subiendo despacio. Otro calambre. Paro, relajo el músculo. Camino un trecho. La pierna parece mejorar. Ya estoy casi en la rotonda. Vamos, me digo. Arranco de nuevo. Termino la subida, giro la rotonda y empiezo la bajada. Paso el km38 y sigo adelante buscando ya el avituallamiento del km39. Mierda, otro calambre. De nuevo a caminar. Jaime ha cruzado hasta la mediana. Me pregunta como estoy. Jodido, pero sólo es un calambre. Me anima. Sigo adelante medio corriendo hasta el avituallamiento del km39. Calma. Me pongo a estirar. Me tomo dos vasos de isotónica y un trozo de plátano. Agua. Estiro un poco más. Sigo para adelante caminando. Me animo a arrancar de nuevo. Poco a poco, despacio. Ya es bajada, los isquios molestan menos, la cosa mejora. No fuerzo nada, pero da igual, esta vez es el cuádriceps derecho el que se me agarrota. Joder, ni caminar puedo. Me paro. Viene una voluntaria rauda a preguntarme, (cada vez que me he parado a aparecido al momento algún voluntario a preguntar si estoy bien, si necesito algo, si puedo continuar. Que gozada. Da gusto como se preocupan. Me apunto en la cabeza que eso tengo que destacarlo en la encuesta de la carrera: los voluntarios más que sobresaliente).
Estoy bien, sólo calambres, estiro y estoy para seguir gracias, le contesto. Me apoyo en una farola y a estirar el puñetero cuádriceps. Por detrás aparece Adolfo, viene con cara de ir mal. Claro que estoy yo como para hablar de ir mal. Me mira, preguntando sin palabras. Tira, tira le grito. Tengo calambres. Tira que yo voy a mi ritmo. Sigo estirando y le veo seguir adelante. Relajo la pierna. Camino. Parece estar mejor. Vamos allá. Arranco de nuevo a correr. Cada vez me cuesta más. La rodilla, el abductor. Cada arrancada aparece un nuevo dolor. Repaso los viejos, los isquios van mejor, al menos no amagan calambres, el cuádriceps parece aguantar, lo noto dolorido pero me permite correr. Al resto que le den, mientras pueda seguir corriendo no hay problema. 
Llego casi al final de la bajada de la torre. Aparece Lihto de nuevo. Inconfundible con su pañuelo en la cabeza. Se pone a mi lado, me anima. Ya lo tienes charli ya lo tienes. Calambres le digo, y voy muerto. No importa, ya lo tienes, sigue así me dice mientras corre unos veinte metros a mi lado animándome. Qué grande. Una palmada, se para y lo dejo atrás. Sonrío y para adelante. Si alguna vez corréis una maratón sabréis lo que significan los ánimos en esos momentos. Cada palabra de aliento, cada aplauso son metros extra que recorres sacando fuerzas sin saber de donde. Me lo habían contado. Lo había leído. Pero no hay nada como experimentarlo en las propias carnes. Increíble.
Llego a la salida de este segundo circuito y giro a la izquierda, el km41 está al caer. Voy fundido. Aparte de los dolores y los agarrotamientos musculares ya voy tocado del todo. Pero el cartel del km41 se que está ahí, lo paso. Ya no me preocupa ir tan mal. Se que voy a llegar, aunque sea andando pero seguro que llego como sea.
Continúo la recta hasta la zona de la salida. Ahí están los arcos desde donde partimos hace unas cuatro horas. Paso por ellos a mi ritmo, o sea, como puedo. El speaker incansable sigue animando la carrera. Como me pregunte no voy a poder ni contestarle. Giro para embocar la calle Real, la peatonal por la que este año llegaremos a la plaza de Maria Pita donde está la meta. Que pasada, mucha gente en la entrada de la calle. Un grupo a la izquierda se pone a saltar, a aplaudir y a gritarme. Mis amigos, mis peques y mi chica de nuevo. Esta vez sonrío de lado a lado, les saludo. Choco las manos. No hace falta decir nada. Ya se que llego. Ellos también. Tiro por la peatonal, vallada por ambos lados y con gente animando y aplaudiendo. El eco de la calle hace que resuenen aún más los ánimos de los espectadores. Empiezan a agolparse las sensaciones. Llego al final de la calle, km42. La entrada a la plaza está ahí mismo. Gentío impresionante. Aplausos atronadores. Las piernas ya casi no me responden, me duele todo. Aprieto los dientes. Último esfuerzo. Paso el km42, entro en la plaza. Me llaman desde la derecha, mi compañero Carlos, su mujer y sus peques animándome, él ya ha terminado. Levanto el puño y le sonrío. Yo también lo tengo. 
La recta final. Las últimas zancadas. Paso bajo el arco de llegada, bajo el reloj inmisericorde: 4 horas 7 minutos y pico. No he bajado de 4h, pero aquí estoy. He llegado. Meta. Las voluntarias me ponen la medalla de finisher. Paso a la zona de llegada y me tomo una botella de isotónica de un trago. Adolfo está ahí sentado en una silla, recuperando. Hemos terminado los tres. Me agacho a estirar los isquios que vuelven a revelarse. Cuando me levanto estoy sonriendo. 
Hoy, tres días después, sigo sonriendo. He conseguido terminar. En la siguiente bajaré de las 4 horas. Porque estoy seguro que habrá siguiente.

Comentarios

  1. Guauuuu.... Como se ve desde el otro lado de la valla!!! 👏🏻👏🏻

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  2. Impresionante documento, mi cabeza iba tan "full" que hubiera dejado muchos de esos pequeños detalles en el tintero.Adolfo

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