Del vacío de la soledad. COVIDiario del Viernes 3 de Abril (día 21)

Hoy marcamos un récord de muertos en una jornada, más de novecientos. No por esperado es menos demoledor el dato. Por eso cuando tras eso lees las noticias de que los diputados siguen cobrando sus dietas por desplazamiento, te cabreas. ¿Cómo no hacerlo? Seguramente habrá alguna justificación o al menos habrá algún motivo que lo pueda justificar en parte. Como casi todo, no hay blancos o negros, sino grises. Pero con la situación que tenemos, no costaría demasiado dar ejemplo y quitarse ellos mismos esas dietas y tal vez algo más. Dado que no están trabajando muchos de ellos, y no están en ERTE, que menos que un pequeño ejemplo de recorte solidario de sus ingresos. Esperaremos sentados me temo. Aunque seguramente cuando aumente el ruido algo harán. Es el modus operandi de este país, si no se entera nadie a lo nuestro, si se empieza a enterar la gente entonces hacemos algún gesto o concesión y pista. Lo de tener moral o principios no está bien visto en muchas instancias de nuestro país.
Hoy me ha pasado algo curioso, me tocaba ir a la compra, por cierto que voy cada varios días, una vez a la semana, no como todos esos que usan la excusa de ir a la compra para salir de casa a diario y hasta varias veces. Como decía me tocaba ir a la compra, y mientras conducía hasta el supermercado, otro inciso, vivo a las afueras de un pequeño pueblo, y el supermercado más cercano queda a unos kilómetros de mi casa, de ahí que tenga que coger el coche, no como todos esos que en vez de irse a las tiendas de debajo de casa se suben al coche para darse una vuelta con la excusa de ir a comprar al supermercado. Decía que mientras conducía, iba absolutamente solo por la carretera, todo estaba vacío a mi alrededor, era una sensación fantasmal, como si el mundo se hubiera terminado y estuviera yo solo recorriéndolo como si fuera un decorado de una producción cinematográfica que ya no se utilizase. Me recordaba a aquella película, La amenaza de Andrómeda creo que se llamaba, donde había un pueblo vacío (aunque si no recuerdo mal había cadáveres por el suelo) y el protagonista tenía que recorrerlo para averiguar que había pasado. 
Lo más curioso de todo es que pese a saber de sobra que obviamente la gente está ahí encerrada en sus casas y por eso no había nadie por ningún lado, no podía evitar tener una sensación de angustia tremenda.
Y la puntilla fue al llegar a casa, tras hacer la compra, por el mismo recorrido solitario que el viaje de ida, cuando al pulsar el mando se estaba levantando la puerta del garaje y esperaba en la rampa a poder entrar, me invadió la sensación de que estaba volviendo a la cárcel.
Luego mientras colocaba las cosas compradas en su sitio, mi cabeza seguía dando vueltas intentando asimilar esas sensaciones, ese vacío inmenso que se sentía en medio de todo, en soledad. Porque en el fondo necesitamos a los demás para que todo tenga sentido y podamos disfrutarlo. Somos seres sociales, por naturaleza o por educación, no sabría decirlo, pero lo somos. Y sin el contacto con los demás nos falta algo.
Tras la cena, para terminar el día toca un poco de cine con los peques, hoy una fantástica basada en un videojuego, Warcraft: El origen. No es una grandísima película, pero es entretenida y sobre todo la animación es alucinante, los personajes parecen reales. A los peques les encanta.
Buenas noches.

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